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Conocer las costumbres y tradiciones de un pueblo que practica en la actualidad multitud de rituales y escenificaciones nos puede llevar a la justificación de la puesta en práctica de tales demostraciones folclóricas. Las costumbres, los mitos, los atuendos y las actividades lúdicas que se han sucedido a lo largo de los siglos nos muestran el poder de la cultura de un pueblo que, lejos de considerarla como anquilosada en el tiempo y fuera de contexto, debe reforzarse lo suficiente para que los orígenes y evolución de este pueblo se conserven como parte de una riqueza patrimonial que nos ofrece todo un elenco de alternativas.
Son muchas las tradiciones y fiestas que aún perduran en la villa, una de ellas muy entrañable y de gran devoción por parte de todos los casareños, nos referimos a las Coplas del Rosario de la Aurora.
Hay tres fechas señaladas en las que las calles del pueblo se llenan de cantos y rezos por parte de los vecinos. Estos día son las fiestas religiosas en honor de la Virgen (el 8 de Diciembre, Día de la Purísima y el 15 de Agosto, día de la Virgen de los Remedios) además del Domingo de Resurrección. Estos días los vecinos rezan y cantan el rosario de la aurora por las calles, pero antes del mismo aún se mantiene la costumbre de cantar las llamadas “coplas del rosario”. Así alrededor de las cuatro o cinco de la madrugada de los días señalados salen los mozos y hombres cantando diversas estrofas, parándose discrecionalmente y llamando en las puertas para que acudan los fieles al Rosario (esto último ya no se hace). Daban tres vueltas al pueblo, y acudían a casa del cura para pedirle la llave de la Iglesia y abrirla en el momento oportuno. Normalmente se acompañaba de flauta, acordeón y campanilla.
En la actualidad la costumbre aún perdura, y son bastantes los vecinos que siguen cantando las coplas, aunque ya no tiene la finalidad de convocatoria que en la antigüedad tenía, ni realizan las mismas paradas. Hoy en día cantan las coplas un grupo de hombres más o menos fijo, se acompañan de acordeón.
Las coplas que cantan son muy variadas y han ido cambiando con el tiempo, e incluso han variado en número. La recopilación que tenemos es muy amplia y se ha obtenido hablando con algunos de los participantes en estas rondas de coplas.
A continuación incluimos algunas de las coplas como muestra.
Al rosario de María tocan
Campanas de plata, pitos de marfil,
En el cielo se alquilan balcones
Por ver tu rosario Reina Emperatriz.
Hermanos venid a rezar el rosario a María
A darle alabanza con fe de adalid.
(...)
A la Aurora venimos buscando
Que dicen que anda por este lugar,
Despertando a los que están dormidos
Para que el rosario vengan a rezar.
Vamos sin tardar, que nos llama la Virgen María,
La Aurora Divina, la más singular.
A la puerta del Cura estamos
Que nos de la llave si lo tiene a bien
Para ver al Señor Jesucristo
Que ha resucitado en Jerusalén.
“Los Diablucos”
Los orígenes de estos personajes proceden de las danzas, que en un principio, se celebraban cuando empiezan a aparecer los primeros templos cristianos. En Casas de Don Pedro, el Día del Señor, festividad del Santísimo Corpus Christi, en la puerta de la Iglesia los cofrades de esta Hermandad colocaban gran cantidad de vejigas de cerdo, ya secas e infladas, como si fueran globos atados a un bastón o vara de la leña. Con estas vejigas se armaban algunos mozos de la Cofradía vestidos de “diablucos”, es decir, cubiertas las caras con caretas feas y horribles, cubriendo sus cuerpos con monos o buzos pintarrajeados con dibujos aparentando monstruos horrendos y figuras infernales. Estos mozos, vestidos de esta guisa, salían saltando y gritando como verdaderos demonios por las calles de la villa, para acorralar a sus paisanos varones, jóvenes y mayores, respetando a las mujeres, ancianos y niños, y pedirles sus ofrendas para el santísimo, diciéndoles más o menos lo que sigue: “¿Ande quiere ir? ¿A la gloria o al Infierno?”
Si el atrapado contestaba “A la gloria”, tenía que entregarles su ofrenda: dinero o algún regalo para la subasta que se realizaría después. Pero si el interfecto, se callaba porque no quería dar ninguna aportación, entonces dos de los Diablucos cogían al “roñoso” por los brazos y las piernas y procedían a darle un “maculillo” consistente en golpear contra una esquina o la pared varias veces, hasta que otorgaba soltar la ofrenda correspondiente, con las posaderas del individuo; mientras, el resto de los Diablucos le golpeaban con las vejigas hinchadas de los cerdos. Cuando estas se rompían, volvían a la puerta de la iglesia para reponerlas.
Durante la procesión del Santísimo van a la cabeza de la misma abriendo el camino y despejando las calles de todo aquello que pudiera estorbar el paso triunfal del Cuerpo de Cristo o interrumpir el recorrido. Las fachadas de la villa se adornan con ramajes, macetas, etc. sembrando todo el recorrido de verde: juncias, poleo y otras hierbas aromáticas. De los balcones de las casas, por donde transcurre la procesión, cuelgan colchas, mantones y otros lienzos de vistosos bordados. En plazoletas y rinconadas se colocan los altares, preparados por los vecinos, donde poder reposar durante unos minutos y se brindan oraciones y cánticos litúrgicos en honor del Señor presente en la Eucaristía.
Posteriormente en casa del mayordomo de la Hermandad del Santísimo, se ofrecía un convite a todos los hermanos, mientras las mocitas salían por las calles del pueblo pregonando y subastando las ofrendas recogidas, adquiriéndolas los mejores postores, e decir aquellos que ofrecían el más elevado precio. Las ofrendas consistían principalmente en dulces elaborados en casa, frutos cosechados por los donantes, o pequeños animales (conejos, palomas, gallos,...). Algunas de estas ofrendas eran producto de votos o promesas (mandas) que los fieles habían prometido donar para el Señor.
La misión actual de los Diablucos queda reducida simplemente a salir por las casas del pueblo durante la semana anterior de la festividad del Corpus, y a redoble de tambor ir pidiendo las ofrendas a los fieles, principalmente el dinero, ya que las diferentes ofrendas en especies, son enviadas directamente a los altares donde se exhiben durante la procesión. Los Diablucos encabezan la procesión vestidos a la antigua usanza, pero sin danzar, ni gritar, ni asustar a los fieles.
A la entrada y a la salida de misa golpean, ahora sí, solamente a las mozas de forma suave, principalmente para molestarlas un poco, con globos inflados y lo único que pueden ocasionar es deshacer los tocados de las cabezas.